“Tenés como un hechizo mágico que te protege”- me dijo, y
sonreí frente al monitor. Nunca se me hubiese ocurrido un nombre tan bonito
para mi confinamiento emocional. Y nunca antes había sido tan evidente. Tal vez
no me había dado cuenta que desde la ultima herida las murallas que me rodean
eran mas altas y gruesas que nunca. Hace tiempo ya que mi subconsciente, por
cuestión de recorte de presupuesto y en campaña preventiva, decidió crear una
imagen distorsionada de mí y proteger a la verdadera Alexa detrás de un sinfín de
muros y ciénagas. Y al subconsciente se le olvidó que así como las cosas malas
quedaban del otro lado las buenas también. Pero la cuestión es, cómo saber qué
es bueno y qué es malo? Y allí estaba de nuevo, la duda existencial de cuál es
el límite y dónde está el equilibrio. Cuántas heridas es uno capaz de soportar
hasta cerrarse completamente? Yo creo que aunque solo le haya visto el lado
oscuro a la luna no hay que robarle la oportunidad a nada ni nadie, porque tal
vez gracias a ese riesgo un día me cambie la vida. Pero mi instinto animal es
más fuerte y de repente me hayo a mi misma a kilómetros de distancia y el
corazón bajo siete llaves. De noche la soledad ataca, las paredes se hacen
débiles, y vuelven las ganas de salir libre a exponerme, conocer, sentir y
vivir. Y espero que en una de esas noches de debilidad, exposición y realidad
sea cuando me encuentre, desarmada y desnuda, para derribar muros, o terminar
construyendo nuevos, pero para vivir que aunque uno le agarre miedo es para lo
que venimos a esta vida.
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