La gota rebalsa el vaso y le caigo como luna llena a la
costa, con la marea alta, violenta, tormentosa, llevando todo a su paso. Cuántas
verdades para una realidad, y cuánto sentimiento condimentando, avivando la hoguera.
Comienzo la inquisición convencida, rabiosa, defendiendo a puño y espada todo lo
que tengo y lo que soy de quién siempre juró nunca atacarme. Aquel que llega
más profundo es el que puede herir más hondo, y eso era lo que más molestaba. Tu
sonrisa, agonista de mi dolor, me empuja al sincericidio matando lo que nos
queda, haciéndonos irrecuperables. Inmediatamente llega el llanto, con él el
arrepentimiento y de la mano el orgullo. Pero no va a llegar el lamento, porque
esta vez no quiero ser perdonada. Aunque mi dolor sea más grande. Aunque yo sea
la costa y la marea. Tú ya no puedes dañarme. Yo soy todo lo que me queda.
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