Cuatro paredes, muchas vidas, tantas historias. Hoy miro el
cuarto vacío y no puedo evitar la ola de recuerdos, que invaden cada sentido y
asoman una lágrima. Mi naturaleza nómade me obliga a partir una vez más pero
esta vez se hace difícil no mirar atrás. Hogar, que no es lo mismo que casa. Si
tus paredes hablaran, si cantaras las noches, las alegrías, los llantos. Aquel
nefasto domingo que no quise seguir más. Aquel 20 que nos abrazaste festejando
con nosotros. Se me eriza la piel, sentada en tu piso, mirando al vacío que en
realidad está tan pero tan lleno. Escenas pasan por mi cabeza, reviviendo
comienzos de finales, finales para comienzos, comienzos sin finales. El tiempo
eterno sin principio ni fin, tu etapa en mis etapas, mi vida en tus paredes. Si
hablaras me dirías que fui fuerte, que fui débil, que fui yo y a veces, a veces
no. Me dirías que la vida no se mide con el reloj que te colgué y descolgué
tantas veces, que se mide con esos instantes imborrables, que dejaron una
huella. Tantas bienvenidas, tantas despedidas. Cheques de ilusiones sin fondo
que rebotaron en tu pintura blanca, endosados con firmas falsas. Acordes,
cuántos acordes escuchaste! Golpes, derrames, derroches, pasiones, gritos,
llantos, victorias, derrotas. Cuántas derrotas. Marcas dónde estaban los
muebles, marcas en el piso, marcas hasta en mi piel. Y aprendí a confiar en ti,
en tu silencio acogedor, en tu blanco pacífico y puro, en tu techo contenedor.
Por que fuiste el único que guardó silencio, escuchó siempre, y me protegió de
las peores tormentas. Hoy me voy, pero guardo cada imagen que me pasa en este
momento por los ojos en el mar de memorias, pensando en qué charla podríamos
haber tenido de despedida, tan solo si tus paredes hablaran.
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