domingo, 21 de julio de 2013

La carta

Releyó la carta por tercera vez. Era corta sí, pero nunca había declarado tanto en tan pocas palabras. Se le daba bien lo de escribir, era más fácil ordenar los pensamientos en frases, adornarlos con palabras, materializar en papel todo lo que había adentro. La leyó una vez más y tembló. Era el miedo de nuevo. Y si él no sentía lo mismo? Y si la historia se repetía?. Él le había hecho prometer que no le iba a regalar nada para su cumpleaños, pero ya era tarde. La carta estaba escrita. Y allí, adornado con palabras y trozos de libros olvidados ella le regalaba muchas cosas. Dentro de ese sobre iba su sinceridad, su sentimentalismo escondido, la cursilería que había evitado tanto usar. Allí, escrito en ese papel, le daba su corazón envuelto en papel de regalo. Un corazón roto si, lleno de angustias y temores, pero un alma al fin. Un alma no tan pura pero buena y llena de cariño. Qué estaba pensando? Aún no le había dicho que lo amaba, no en voz alta al menos. No podía mostrarse tanto. Pero la carta estaba escrita. La leyó una vez más: no, era demasiado. Seguramente él, que en ese momento estaba a kilómetros, se asustara de ver a la fría de siempre convertirse en una poeta. La rompió y la tiró. Compraría una caja de bombones, aunque en secreto, ya se había regalado entera.
Montevideo, 17 de Junio

Cariño,
                Una vez leí por ahí algo como: “Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo.
Y quien ama al máximo, se siente libre. Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie. Y ésta es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo." Y así me siento cuando estoy contigo, sin ataduras, eligiéndote cada día, diciendo que no para decirte que si a vos, porque te quiero, porque me quiero cuando estoy a tu lado, porque me enamoro de mí, de vos, de nosotros y esa felicidad me llena, me da fuerzas, me libera. Creo en vos, en tu persona, creo en esto que no tiene nombre pero tiene vida, creo en el hoy y si hay mañana es porque creemos en eso.
                               Tuya,

                                               Tu compañera.

miércoles, 17 de julio de 2013

La lluvia.

Era tarde y aún esperaba el sonido de las llaves en la puerta anunciando su llegada. La cena se había enfriado, la música ya no sonaba, el despertador descontaba minutos de sueño necesitado para sonar furioso como todas las mañanas. Pero aún así la esperaba. Recordaba con los ojos vidriosos aquel primer encuentro, aquel abrazo que iba a durar para siempre y como sintió un rayo partiendo el cielo de su eterna tormenta anunciando que tanta lluvia ya no iba a caer sola. Había llovido mucho desde entonces, pero en cada tormenta había estado ahí para ella. Paradójicamente afuera llovía, y eso la ponía más triste. Apagó la luz del cuarto, pero sus oídos estaban alerta a la llegada de los risos de fuego. Hacía pocos meses el silencio lo había invadido todo. Las charlas ya no eran las mismas, los tiempos no eran tan largos, las risas no eran espontáneas. Poco a poco empezaron los pequeños secretos, las escapadas, las mentiras y los celos. Pero ella la amaba. Iba a volver, estaba segura. Hacía poco una noticia gris tras otra le había apagado su sonrisa. Y esperó que la chica de fuego cayera con sus rayos a sacudir su cielo de nuevo. Pero había tapado con música los sollozos de las noches, y caminado delante del aplomo que la manteía en la silla. Tal vez estaba ocupada, o tenía otras cosas en su cabeza loca. Todo iba a estar bien. Se acordó cuando solo quería dormirse en un sueño profundo y ella la había despertado a la realidad con paciencia y con dulzura. No podía desaparecer todo eso, no. Tenía que estar ahí, escondido detrás de una factura sin pagar, un enchufe roto, un documento perdido. Pero pasaban las páginas y las horas y las hojas del árbol de la vereda y nada parecía volver. Al contrario, se iba, se iba y no llegaba. El pasado parecía un sueño ahora, un sueño lejano, de esos que ya se escurrieron por el atrapasueños y quedaron pendiendo de alguna pluma empolvada. La ausencia era fría, por esa soledad fea que uno siente aún cuando está en compañía. Miró el reloj, se había dormido y a su derecha la almohada estaba intacta. Sintió como el amanecer escurría entre sus dedos lo que quedaba y se levantó a recibir ese amanecer sabiendo que se escapa la vida. Ella lo notaba?. Decidió no pensar. En el celular había un mensaje: Vuelvo mañana, ya es tarde. Claro que lo era, pensó, y tanto afuera como adentro la lluvia había parado.