domingo, 20 de enero de 2013

Atrapasueños



Cada nuevo comienzo supone el fin de una etapa. Y cada fin de una etapa supone un análisis de lo vivido, un balance entre lo entregado y lo recibido, lo positivo y lo negativo, lo que se queda y lo que se va. A veces no es necesario que termine un año, o un ciclo académico o algo tangible, medible,  para saber que estamos cerrando una etapa, en mi caso un día me levanto y me doy cuenta que todo esta patas para arriba. Y con paciencia comienzo a dar vuelta todo, tema por tema, cosa por cosa. Cuando era mas chica no sabía como lidiar con nuevos comienzos, cómo filtrar, como hacer verdaderamente un cambio. Hoy gracias a tantos golpes, adquirí mi propia filosofía, tan antigua como la civilización misma. En la vida siempre nos vamos a encontrar con fuerzas negativas, que vienen con personas tristes, enojadas, apagadas, grises que no quieren otra cosa que el mal ajeno para sentirse mejor con ellos mismos. Y para mantener el balance universal también están las personas de luz, alegres, que tiran para delante, que no se amargan con los pequeños tropezones de la vida y que nos desean el bien. A veces no es fácil distinguir quién nos hace bien y quien no, porque conocer a alguien realmente nos lleva mínimo toda la vida. Entonces no queda otra medida de referencia que nuestro propio estado de ánimo, nuestra percepción momentánea de cómo están las cosas a medida que pasa el tiempo. Y hoy me limito a rodearme de lo que me hace bien, y concentrarlo, atraparlo, permitir que me llene de fuerza. Mientras lo malo dejo que siga de largo, que se escape, sin pretender cambiarlo, sin culparme por cómo me haga sentir, dado que lo esencial generalmente es imposible cambiarlo. Dejar pasar lo malo, atrapar lo bueno. Como el viejo Lakota, como un atrapasueños.